Suspendida, por ataques colectivos, avisados, coléricos y enfermizos de su parte...
Su partida, pataleada y escurridiza nunca tuvo un final feliz. Sólo tenía que asumir la suciedad y oscuridad de cada una de sus palabras, alientos infectados de mentiras y podredumbre absoluta. Nunca lo fue todo, y fue nada más que eso, la mediocridad de la pertenecia en algo sin nombre.
Perdió la razón de ser, y describe un acto propio de la inoportuna asquerosidad de una sonrisa cercana. La misma que durante un tiempo encajaba en un anónimato preciso, ignorado y forzoso.
Ruptura en una delgada línea, cavilas, triste, ojerosa... Nunca debió ser así, no así.
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2 comentarios:
Las cosas son como deben ser, y pese a quien le pese, esta diosa de lo suspensivo
TIENE RAZÓN.
Como orando en una tierra cercana, dejo atrás mi pasado, como debe ser. Pues la verdad es eso: Lo que debe ser.
Las cosas son y ni eso.
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